Por: Rafael A. Méndez Alfaro, Coordinador del Programa de Estudios Generales
En la Centroamérica del siglo XIX era habitual que líderes murieran fusilados. Los casos que se ofrecen históricamente son muy interesantes al respecto. Hacia fines de setiembre e inicios de octubre de 1860, morían por vía del fusilamiento y ante un batallón castrense, dos héroes centroamericanos que habían encabezado hacía apenas cuatro años, las tropas que se enfrentaron al ejército filibustero. Juan Rafael Mora Porras (expresidente de Costa Rica), José María Cañas (general salvadoreño) e Ignacio Arancivia (militar chileno adepto a Mora) dejaban su último aliento en la lengüeta de arena del Pacífico llamada Puntarenas. Sus muertes fueron resultados de una forma de morir representativa de ciertos hombres de Estado caídos en desgracia en Hispanoamérica y en Centroamérica: el fusilamiento.
Para que semejante recurso fuese viable, la pena de muerte debía ser un asunto legitimado en las constituciones políticas de los países del istmo. En Costa Rica, la pena de muerte estuvo vigente hasta 1877, cuando, durante el gobierno de Tomás Guardia, se suprimió el artículo que habilitaba esa posibilidad.
Mora, Cañas y Arancivia murieron como consecuencia de un fallido intento de golpe de Estado ejecutado contra el gobierno de José María Montealegre, que a su vez arribó al poder producto de otro golpe llevado a cabo un año atrás. La decisión de su fusilamiento provino de un amañado tribunal militar, así como de un inusitado Consejo de Gobierno, convocado para esos efectos.
Unos días antes, y en la misma forma, moría el invasor norteamericano William Walker en el puerto hondureño de Trujillo. Walker, enemigo de Juan Rafael Mora, venía haciendo incursiones militares, desde 1856, en distintos puertos de la región, sembrando la angustia. Había protagonizado múltiples combates y escaramuzas ante los ejércitos del área. El fusilamiento de Walker daba por finalizada la penosa experiencia filibustera en la región, así como la pretendida intención –solapada en un primer momento y manifiesta luego– de expandir el dominio de los esclavistas del sur estadounidense en el istmo.