
En el sur de Costa Rica, entre montañas y bosques tropicales, un modelo agrícola ancestral resiste el embate de la agroindustria. Se trata de la agricultura familiar (AF), una forma de producción que combina tradición, biodiversidad y sostenibilidad, y que podría ser clave para frenar el avance de cultivos industriales como la piña, que amenazan tanto el medio ambiente como las comunidades rurales.
¿Cuál es el problema?
Desde los años 70, la expansión de monocultivos industriales ha transformado el paisaje agrícola costarricense, especialmente en el cantón de Buenos Aires. Esta tendencia ha provocado la pérdida de biodiversidad, la degradación del suelo y la precarización del empleo rural. Frente a ello, la AF —practicada por campesinos e indígenas— ofrece una alternativa más equilibrada y resiliente.
¿Qué hicieron los investigadores?
Un equipo de científicos de la Universidad Estatal a Distancia, la Universidad de Costa Rica y la Universidad Autónoma de Madrid estudió 60 fincas familiares en 22 comunidades del sur del país. Analizaron aspectos físicos, ecológicos, sociales, comerciales y de gobernanza, diferenciando entre agricultores campesinos y pueblos indígenas como los Bribri y Cabécar.
¿Qué encontraron?
Las fincas familiares, aunque pequeñas (entre 2 y 4.6 hectáreas), albergan una sorprendente diversidad de cultivos y especies forestales. El 91.6% conserva áreas de bosque, y muchas están dentro de corredores biológicos. Los sistemas de producción varían: los campesinos prefieren modelos agrosilvoculturales (mezcla de cultivos y árboles), mientras que los indígenas practican la policultura, imitando el bosque natural.
Ambos grupos cultivan entre 6 y 20 productos, desde musáceas y tubérculos hasta café, frutas y legumbres. También crían animales como cerdos, aves y ganado. Sin embargo, enfrentan obstáculos: solo el 21% tiene vehículo propio, y la falta de títulos de propiedad limita el acceso a créditos. Además, las malas condiciones de las carreteras y la escasa conectividad dificultan la comercialización.
¿Por qué es importante?
Este estudio demuestra que la AF no solo es viable, sino esencial para conservar los recursos naturales, mantener la seguridad alimentaria y fortalecer la economía local. Las fincas familiares actúan como puentes ecológicos entre áreas protegidas, y sus prácticas agrícolas favorecen la resiliencia frente al cambio climático.
Además, la organización comunitaria es notable: existen 47 asociaciones locales que promueven el desarrollo sostenible, la comercialización directa y la conservación. Aunque el Estado ha estado ausente en muchas de estas zonas, los propios agricultores han tejido redes de cooperación que podrían servir de modelo para otras regiones.
Conclusión
La agricultura familiar en el sur de Costa Rica no es solo una forma de producción: es una estrategia de resistencia, conservación y desarrollo. En un mundo cada vez más amenazado por la homogeneización agrícola, estas fincas ofrecen una lección de diversidad, sostenibilidad y comunidad.
Referencia: González, F., León, Y., & López-Estébanez, N. (2022). Family farming as a key element of the multifunctional and territorialized agrifood systems as witnessed in the South Pacific Region of Costa Rica. Land, 11, 447. https://doi.org/10.3390/land11030447

