Reflexión ante la celebración del 202 años de independiencia.

Por: Rafael A. Méndez Alfaro

Han transcurrido 202 años desde que nuestros antepasados, en una decisión sabia, suscribieron el acta que daba autonomía a nuestro país y ponía en manos propias la organización y destino del pequeño territorio llamado Costa Rica. En este acto y momento nacía la institucionalidad de la nación, tan determinante en la construcción del país.

La independencia se constituyó en un hecho sobresaliente para nuestra historia porque marcó la ruptura colonial con España, imperio que había sometido y explotado estas tierras durante siglos. De igual modo, este acto trajo consigo profundos dilemas. Quizá el más importante y que tiene relación directa con el presente, es el tema del manejo de la libertad.

Con la independencia patria dejamos de ser súbditos de la corona españolas y nos convertimos en ciudadanos libres, hombres y mujeres con la potestad de decidir sobre el presente y el porvenir; personas cuyas acciones tendrían efecto en la forma en que deberíamos convivir en una sociedad democrática regulada por una institucionalidad que marcaría el devenir de la nación.

La libertad también trajo consigo responsabilidades y límites. El sometimiento a la ley, el reconocimiento de los derechos de los demás y la disposición de velar por el respeto hacia las personas, se convirtieron en baluartes esenciales de la nueva nación.

Cuando Costa Rica se independizó de España la libertad asomó en cada rincón del país como consigna de vida. La libre expresión formó parte de la Constitución Política y se constituyó en uno de los principios más preciados para cada uno de los habitantes de la nación y de las instituciones que emergieron como parte esencia de las prácticas democráticas.

Hoy en día, la libertad de expresión sigue siendo un elemento que se enarbola por parte de cada costarricense. Y claro, nos corresponde poner de nuestra parte para defender ese derecho sustancial que ha hecho de este país un territorio consagrado y especial ante los ojos del mundo.

Pero también la libertad de expresión conlleva la responsabilidad suprema de reconocer los límites de lo que se dice. En tiempos de redes sociales y plataformas virtuales como los que vivimos, es preciso dejar claro que, independientemente de si lo decimos a través de un teléfono celular, una tableta o una computadora, lo que opinamos se convierte es una expresión de nuestra autoría y como tales, nuestras expresiones pueden ser objeto de castigo o sanción.

Ejercer la libertad es un acto de mucha responsabilidad.

Después de 202 años de haber recorrido los caminos de libertad, Costa Rica nos hace un llamado vehemente a crecer en libertad, con actos y expresiones que nos edifiquen, que nos hagan mejores seres humanos, que nos conviertan en mejores ciudadanos.

Que este mes patrio represente la oportunidad de reflexionar sobre nuestro pasado, sobre el legado que hemos recibido y sobre los esfuerzos que debemos llevar a cabo para preservar los más altos valores de convivencia social en democracia.