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 OPINIÓN



Cruzando el Rubicón

Los idus de marzo vendrán con una nueva Unión Europea o con una catástrofe
 

LLM.VELIA GOVAERE VICARIOLI
CATEDRÁTICA UNED / COORDINADORA OCEX 
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Del parto de las montañas, nació un minúsculo ratón. Pero, tal vez, un verdadero león. Marzo es el mes señalado para conocer la dimensión de esa criatura. Ese mes verá una Unión Europea fortalecida, o... el Diluvio. El 9 de diciembre de 2011, 26 países miembros de la Unión Europea acordaron que en marzo se ampliara el fondo de estabilización, y que cada país sepa entonces hasta dónde es políticamente viable la renuncia parcial de soberanía, aceptada en Bruselas. ¿Resistirá el mecate hasta marzo o habrá que cruzar el río antes?
 

El primer entusiasmo de los mercados se silenció rápidamente. La tranquilidad todavía no llega. Camino empedrado, todos los países comunitarios, menos Inglaterra, acordaron reformas en sus cartas magnas, para poner límites constitucionales al endeudamiento público. Se sancionaría el incumplimiento con una mayoría calificada y, ya no más, con la usual unanimidad del Consejo de la Unión Europea. ¿Qué se busca? Sentar las bases para abrir el grifo del Banco Central Europeo (BCE). Que salga inyección masiva de capitales al rescate de países atribulados por las deudas, incapaces de renegociarlas, por los intereses que les impone su calificación de alto nivel de riesgo. Pero su evaluación sigue oscuros procesos, cargados de especulación financiera.
 

Disyuntiva. Esos son los términos de la encrucijada: deuda soberana y especulación. La deuda pública de los cuatro cochinitos (PIGS, por Portugal, Ireland, Greece y Spain), aunque enorme, es perfectamente asimilable por países que siguen siendo esencialmente solventes, si pudieran readecuar sus deudas con los bajos intereses originalmente pactados. Pero eso no es así. No ha cambiado la realidad de esos países, sino la lluvia especulativa que les cayó encima.
 

Primero se apostó contra Grecia, cuando los especuladores del mundo tomaron seguros contra su deuda, aunque no fueran sus acreedores. Es como si mi vecino –dijo la canciller Merkel— tomara una póliza de incendio sobre mi casa, para después prenderle fuego. Las calificadoras estaban tranquilas, al comienzo. Fue meses después que comenzaron, también ellas, a seguir los pasos de los apostadores. Se apostaba a que Grecia no pagaría y esas apuestas aumentaron los intereses de renegociación de la deuda helénica. La deuda creció a punta de crecientes intereses, su servicio colmó las arcas y Grecia necesitó rescate. Las calificadoras gritaron “fuego” (riesgo país) y encendieron las llamas.
 

El termómetro no midió la temperatura, sino además aumentó la fiebre. Las llamas pasaron a Portugal y, casi con el mismo libreto, a Irlanda y España. Italia, perfectamente solvente hasta ese momento, comenzó el camino conocido.
 

A ese camino de austeridad, a cambio de salvamento, le dicen “solidaridad”. Pero los especuladores siguieron apostando. Grecia, austera y bajo la bota germana, comenzó una política deflacionaria, que la tiene ahora en mayores apuros, con producción recesiva, ingresos fiscales disminuidos, activos históricos vendidos y el mayor desempleo de su historia. La receta alemana cura la enfermedad, pero mata al paciente, dice Roubini.
 

La solución era soltar el grifo del BCE, comprar la deuda y demostrar que quienes apuestan contra un país de la UE, perderían esa apuesta –y de hecho, yo creo firmemente que la perderán, pero será solo a la postre y después de mucho dolor humano. ¡Ayyy si la ganaran!
 

Falsa solidaridad. Siendo un problema comunitario tan profundo, igual se pudo devaluar el euro, como cualquier país ante una contingencia semejante. Pero Alemania no quiso aumentar así la productividad de otros, ni salvar deuda ajena –aunque la mayor parte de ella sea adeudada a bancos alemanes–. Eso iría en detrimento del valor real de los salarios germanos. La palabra “solidaridad”, en cada acuerdo, es un cinco con hueco. También se debió prohibir que sacaran seguros contra deudas, quienes no tengan interés legítimo en ellas. Pero Inglaterra no permite ninguna regulación del mercado financiero de su City. El capitalismo especulativo sigue sin frenos.
 

Francia siempre pidió una intervención masiva del BCE, pero el euro es, ante todo, moneda alemana con ropa europea. Se creó un fondo para Grecia, pero solo a condición de ponerla de rodillas. Portugal y España tomaron el mismo camino para tener acceso a esos fondos, que son aún insuficientes. El mercado husmeó el miedo y siguió apostando.
 

Los acuerdos alcanzados son todavía tigres de papel. Se decidió aumentar el fondo europeo de estabilización, pero hasta marzo. Entonces se sabrá también si la decisión de los 26 es políticamente viable. Las acciones de la bolsa respondieron, como de sólito, con entusiasmo primero, con preocupación después, especulando... siempre. Al día siguiente que los índices subieron, volvieron a bajar.
 

Cameron, de Inglaterra, lo aceptaba todo, menos la regulación de los mercados financieros. Pero la especulación, si no es la enfermedad es, en todo caso, factor concomitante a ella. Por eso se necesita poner en cintura todos los instrumentos especulativos que tienen postrada a la UE. Era preferible sacrificar Inglaterra, que dejar sueltos los perros especulativos. El bozal está en la agenda del día.
 

Por lo pronto, negros nubarrones. Entre la cumbre y el abismo, se vislumbra una luz, en el horizonte cercano, sobre las quietas aguas de un impredecible Rubicón. Los idus de marzo vendrán con una nueva Unión Europea o con una catástrofe. Ya la recesión comunitaria es un hecho. Pero todo será superado con creces si sale victoriosa la apuesta alemana, cruzando el Rubicón.

 

Fuente: Periódico La Nación, 22/12/2011
 

http://www.nacion.com/2011-12-22/Opinion/cruzando-el-rubicon.aspx