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POR VELIA GOVAERE - ACTUALIZADO EL 28 DE FEBRERO DE 2017 A: 12:00 A.M.

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En sus 40 efemérides, la UNED debería reevaluarse, sin egoísmos y sin intereses creados

La desigualdad es el corazón del rosario de nuestras agendas. Pobreza y brechas territoriales alimentan la exclusión social, como barreras que frenan todos los esfuerzos por mejorar el emprendimiento, disminuir el desempleo y superar la informalidad imperante en más del 40% de nuestra fuerza laboral. Por eso es pertinente revisar críticamente nuestros paradigmas y sus carencias.

A los 40 años de fundación de la Universidad Estatal a Distancia (UNED), es hora de revalorizar una aplicación más holística de la modalidad educativa a distancia como instrumento de combate contra la exclusión social.

La educación pública es el mejor instrumento de promoción de inclusión e integración territorial. Pero ese continente es heterogéneo. Vivimos entre claroscuros, con avances y todavía mayores desafíos. Por eso tenemos el alma nacional dividida entre complacencia y autoflagelo.

Comencemos por hacer justicia al cumplimiento emblemático del Estado con la educación pública. Pocos países han hecho semejante sacrificio de inversión educativa. Costa Rica tenía, hasta hace poco, una ventaja de 15 años en Latinoamérica.

El peso de su presupuesto es mayor al promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Eso debe contar para sentir orgullo. Pero, con relación a ese esfuerzo, tenemos una deserción que espanta y salimos mal parados en evaluaciones de desempeño. Por eso, la mejor defensa de nuestro modelo es hacerle ajustes para mejorar su rendimiento, aumentar eficiencia, adecuar programas y ampliar cobertura, sobre todo, universitaria.

Brusco corte. Este es uno de nuestros mayores problemas. El esfuerzo colectivo de equidad educativa sufre un brusco corte cuando se llega a la universidad. Ahí los exámenes de admisión no diferencian ni brechas de calidad entre educación privada y pública ni asimetrías derivadas de diferencias regionales. Tampoco atienden las necesidades de quienes quieren estudiar, pero necesitan trabajar.

La UNED es un esfuerzo señero del Estado. Su arquitectura se diseñó específicamente para combatir la exclusión educativa en todas sus facetas, la territorial, la laboral y la étnica. Nació hace 40 años y puso en su mismo nombre la palabra “distancia” que es algo más profundo que lo físico. Ese concepto incluye pero no se agota en lo territorial.

Es la primera casa de enseñanza que llegó a los lugares más recónditos, incluidas las zonas indígenas, haciendo uso de los recursos tecnológicos más avanzados en cada momento histórico.

Pero lo geográfico es solo uno de sus matices. Enfrenta también la exclusión de quienes quedan marginados por exámenes de admisión, a privados de libertad y a trabajadores y amas de casa que solo pueden optar por esta modalidad. Y no se limita a lo formal, sino que también promueve el empresariado, la gestión municipal y la organización comunal. En muchas comunidades rurales, el desarrollo social, educativo y local se encuentra estrechamente vinculado con la existencia, en la zona, de uno de los 34 centros universitarios de la UNED.

Precursora. La UNED aparece como hecha a la medida de problemas contemporáneos y de tecnologías de punta. Sin embargo, cuando la UNED se creó era más bien precursora para su tiempo.
Nació antes de que la desigualdad fuera tan rampante y en época en que se enseñaba por correspondencia, con apoyo de Correos de Costa Rica. Pero desde su diseño original buscaba ser paradigma de una oferta perfilada contra obstáculos, formativos, físicos y laborales, especialmente de la población más vulnerable y con menos oportunidades de acceso.

Antes, la UNED era una excepción. Hoy, debería ser una regla para superar el divorcio existente, en todas partes, entre el acceso a la educación superior y el contrato social de equidad.

En Costa Rica, la UNED representa la posibilidad de tener una respuesta estratégica a esa disonancia. Eso, si se le diera el peso político estratégico que verdaderamente amerita.

Dada la trascendencia de su misión, la pertinencia de su oferta con las TIC contemporáneas, su experiencia acumulada y la gravedad de nuestras brechas de exclusión y eficiencia educativa, cualquiera diría que Costa Rica invierte en esta modalidad con la medida que le dicta la conciencia equitativa que quiere imaginarse que tiene. No es así.

Mínima inversión. En mi opinión, nunca el Estado ha invertido tan poco en una misión tan grande. Por lo menos en lo que concierne a la UNED, en la lucha contra la exclusión social, el peso que el Estado le otorga a la modalidad a distancia es apenas un 7,5% de lo que invierte en educación superior.
Sin embargo, con ese escaso presupuesto se construyó una plataforma de aprendizaje en línea, con enseñanzas tan cruciales como matemáticas, ciencias naturales y salud y se está buscando mejorar la formación docente, nudo gordiano de nuestra eficacia.

También se intenta atender, lo mejor que permite la coyunda, la demanda de profesionales en ejercicio, con ofertas flexibles de posgrado. Pero todo eso se hace poniendo en tensión un músculo que no está ni suficientemente alimentado por el Estado, ni estratégicamente posicionado como eje político holístico en la lucha contra la pobreza.

La modalidad a distancia es un instrumento de menor costo para crear capacidades laborales técnicas, especialmente en las zonas marginadas y remotas y para ofrecer respuestas de reinserción a las poblaciones expulsadas del sistema educativo formal. Pero la UNED padece de la misma marginación que ella misma está destinada a combatir.

En tiempos de TIC, sería hora de un replanteamiento integral del espacio de la modalidad educativa a distancia en las políticas públicas nacionales. Una medida del demérito de este instrumento decisivo es que ningún precandidato hable de la educación a distancia. ¿No es extraño eso?

Esta benemérita institución nació ayer, pero está pensada para mañana. Es hora de que esto se entienda. En sus 40 efemérides debería reevaluarse, sin egoísmos ni intereses creados, el espacio estratégico que merece la educación a distancia en nuestras prioridades nacionales.

 

La autora es catedrática de la UNED.