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Boletines-Artículos

usar portada FLACSO copiaAtendiendo la afable invitación de los editores Manuel Rojas Bolaños e Ilka Treminio Sánchez, Velia Govaere contribuyó con un ensayo a la obra “Tiempos de travesía. Análisis de las elecciones de 2018 en Costa Rica”, publicada por FLACSO-Costa Rica, como parte de la colección de Coyuntura Política, con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer. El objetivo de esta publicación era arrojar luz sobre las posibles causas de las atípicas elecciones presidenciales del 2018, sus consecuencias sociopolíticas más inmediatas y ponderar posibles escenarios en un futuro cercano.

Con un análisis político titulado “Lo estructural en la coyuntura de los comicios del 2018 en Costa Rica”, Govaere contribuyó a la introspección de varios autores para intentar dilucidar algunas interrogantes surgidas de las insólitas elecciones presidenciales en nuestro país. En esta obra, Govaere comparte créditos con otros analistas políticos como Abril Gorkienko, Alberto Cortés, Guido Mora y los propios editores, Manuel Rojas Bolaños e Ilka Treminio Sánchez.

El 11 de setiembre del 2019, esta recopilación fue presentada públicamente como parte de un aporte de varios autores dedicados a reflexionar sobre el comportamiento atípico que marcó las elecciones presidenciales del 2018. En su escrito, Govaere advierte cómo en las pasadas elecciones “se entrecruzaron circunstancias insólitas con procesos precedentes”. De ahí que titulara su ensayo “Lo estructural en la coyuntura de los comicios del 2018 en Costa Rica”. En su escrito señala cómo los resultados de los comicios del 2018 “… confirmaron procesos subyacentes de “malaise” económica y social, expresión disruptiva de inconformidad con el estatus quo político.”

OCEX pone a disposición de sus lectores, en versión digital, este ensayo y la totalidad de la obra que puede ser descargado en el siguiente link: https://www.kas.de/web/costa-rica/einzeltitel/-/content/tiempos-de-travesia-analisis-de-la-elecciones-de-2018-en-costa-rica

 

foto adentro VGV podio UCRCon el sugestivo título de “Dos Costa Ricas en búsqueda de la convergencia”, OCEX presentó ante estudiantes y docentes de la Facultad de Derecho de la UCR, los principales hallazgos de treinta y cincos de un modelo basado en la apertura comercial y la atracción de inversión extranjera directa, reflexionando sobre algunos impactos de la heterogeneidad resultante. Con la siguiente reflexión, Govaere inició la actividad:

“Costa Rica ha servido como un laboratorio donde se han ido revelando las contradicciones de la globalización. Los resultados del referendo fueron precursores por más de diez años al Brexit, en Inglaterra, al triunfo presidencial de Donald Trump, en Estados Unidos, y a los mismos resultados nacionales electorales de primera ronda en 2018. Todas esas conmociones políticas tienen como raíces el mismo fenómeno que Stiglitz (2002) llamó “El malestar de la Globalización”. Costa Rica fue el primer país del mundo donde los perdedores de la globalización se manifestaron en las urnas explícitamente contra la internalización del país.”

En este foro se analizaron, después de una mirada panorámica a los éxitos y desafíos del modelo de apertura comercial costarricense, el resultante orden de heterogeneidad en los ámbitos institucionales, productivos, sociales, educativos, laborales y territoriales. OCEX pone a disposición de sus usuarios la presentación (ver PP) e invita a sus lectores a acceder a una presentación cuyas palabras de cierre revelan el desafecto de una parte de su población ante un modelo considerado, por la investigadora, parcialmente inacabado.

“La política de apertura comercial de Costa Rica ha sido considerada emblemáticamente exitosa. Sin embargo, el modelo presenta también resultados contrastantes de heterogeneidad productiva, social y territorial. Esa dualidad de éxitos y desafíos revela carencias funcionales en el propio diseño de un modelo contradictorio: al mismo tiempo exitoso e imperfecto.  Desde esas premisas, se aborda el modelo de desarrollo de Costa Rica como un proceso inacabado donde coexisten realidades contradictorias que plantean la necesidad de una nueva hegemonía de convergencia entre las contradicciones actuales.”

usar Foto adentro FAEPYME copia

En el marco de casi una década de colaboración estrecha con FAEDPYME, OCEX asume el reto de apoyar a esta red de investigadores en los temas vinculados a la internacionalización de pymes y al encadenamiento productivo. FAEDPYME está gestando desempeñar un papel clave en el proyecto de revisión de las políticas públicas de fomento a las pymes costarricenses en el marco de nuestro proceso de adhesión a la OCDE.

FAEDPYME ha puesto a disposición de la OCDE su entramado de investigadores, construido a lo largo de más de 10 años en Iberoamérica, como un grupo académico de evaluadores independientes para la evaluación de un primer estudio del índice de políticas públicas sobre pymes en Centroamérica. Su objetivo, si el proyecto se concreta, sería el análisis de la información más relevante sobre el impacto de políticas públicas en el apoyo de la pequeña y mediana empresa, presentada por las entidades gubernamentales competentes en Costa Rica. El apoyo de OCEX se concentraría, en caso de surgir este proyecto, en la evaluación del desempeño institucional de las políticas públicas para la internacionalización de pymes y su encadenamiento productivo.

Como parte de esta Reunión Técnica, realizada el 10 de setiembre en San José y que convocó investigadores nacionales, centroamericanos, panameños y la presencia de CENPROMYPE, la Dra. Rosibel Víquez, Vicerrectora de Investigación de la UNED dio a toda la red una cordial bienvenida y la Dra. Lizette Brenes, en su calidad de directora de OMIPYME, también hizo una intervención recordando la vinculación histórica que se ha desarrollado entre la UNED y FAEDPYME.

La presentación inicial de FADPYME explicó su rol dentro de este proyecto y además presentó una exhortación a los presentes para crear sinergias regionales en proyectos académicos del más alto nivel. En la reunión se incluyó la temática de trabajar apoyando en la creación del Observatorio Iberoamericano de Pymes.

Punto esencial de la reunión fue la videoconferencia de la consultora Ana Wiersma, analista de este tema para OCDE. Para OCEX fue relevante la presentación de la analista que compartió con la audiencia la experiencia y los elementos más característicos del acceso a mercado e internacionalización de las pymes en la región latinoamericana, incluyendo una valoración de sus fortalezas y debilidades.

Como señala la nota de Acontecer (23 septiembre 2019), “… la OCDE indicó que estos procesos servirán para encaminar la integración intrarregional, que van más allá de la apertura a la inversión y al comercio, y que involucran crecientes niveles de cooperación técnica. Este primer reporte busca informar y fortalecer esos procesos.”

OCEX ha indicado formalmente a FAEDPYME su interés en colaborar en este proyecto, poniendo a su disposición la experiencia acumulada en la última década en esta materia, que incluye la revisión nacional de la experiencia institucional en internacionalización de pymes, tanto como exportadores como a través de encadenamientos productivos.

 

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POR VELIA GOVAERE - 01 de Setiembre 2019

https://www.nacion.com/opinion/columnistas/pagina-quince-detengan-a-boris-johnson/IH2PIN4MD5B6RNWR7MED77YGRI/story/

 

Las maletas están listas: a dos meses de que se cumpla el plazo para salir de la UE, ‘el premier´ no da marcha atrás.

 

Inescrutable y sibilina, como novela de suspenso, el brexit se precipita a un desenlace inopinado. Nadie habría vislumbrado que el referendo del 23 de junio de 2016 pondría en tal tensión las fibras más sagradas de la democracia británica. El recién designado, que no fue electo, Primer Ministro (PM) británico está enviando al parlamento a receso forzado, para impedir la deliberación de una decisión trascendental: la salida del Reino Unido de la Unión Europea, sin relación futura negociada. Es un salto al vacío, sin control legislativo que muchos llaman “golpe de Estado”. Es, en todo caso, el abuso de una respetable tradición no escrita, que no contaba con el talante despótico de un Boris Johnson.

La tradición faculta al PM un corto receso parlamentario antes de presentar su plan de gobierno. Johnson pidió cinco semanas, justo cuando se precipita el 31 de octubre, fecha tope de salida. En la catedral de Oxford se agitan los restos de Locke, padre de la separación de poderes que define la democracia.

Salir o no de la UE, ya no es el punto, sino cómo hacerlo sin caer en un abismo de pronóstico reservado. El escenario de acción es el Parlamento del Reino Unido (RU), enredado hasta la impotencia entre venerables tradiciones. Sus protagonistas, los miembros del Parlamento, impelidos a encontrar una salida sensata en el laberinto de patriotadas partidistas. Frente a la inminente suspensión legislativa, el pueblo se lanza a las calles para atajar a Johnson y evitar un brexit salvaje.

Condenados por las urnas. Hace tres años, se puso en referendo la disyuntiva inverosímil de decidir seguir en la UE o salirse. A ese desatinado predicamento se llegó por razones de escaso interés ahora. Un tema de tal complejidad y trascendencia nunca debió ser sujeto al volátil y desinformado discernimiento popular. Pero todo se sumó para el insólito veredicto de las urnas. Descontentos, abandonos de la globalización, rebeldía de las periferias, desinformación y manipulación en redes sociales focalizadas alimentaron avalanchas de falsedades y promesas insostenibles. Apenas un 3,8% de votos marcó la salida.

Fue una ajustada decisión democrática. Pero, además, incompleta, porque se decidía salir, pero no cómo hacerlo. Esa decisión trunca, cargada de presagios funestos, daba por descontado algún tipo de acuerdo de futuras relaciones. Falsa premisa. Tras dos años de negociación y tres votaciones en el Parlamento, el arreglo alcanzado por Theresa May no logró aprobación legislativa. Plazo tras plazo fue venciendo, mientras el mundo contemplaba atónito la impotencia británica para salir del embrollo. Cayeron plazos de salida, uno tras otro, hasta el perentorio 31 de octubre de 2019. Ante su incapacidad, luego de 2 años, 10 meses y 22 días, haciendo literalmente un puchero de lágrimas, Theresa May renunció.

Precisa saber que en el RU no se vota por personas sino por partidos. Desde 1911, el partido con mayoría parlamentaria escoge al Ejecutivo por un período de 5 años. May había sido electa en 2015-2020 en elecciones generales, convocadas por ella misma, para fortalecerse en la negociación del brexit. No logró eso. Con apenas 312 parlamentarios de los 326 necesarios para hacer gobierno, el Partido Tory necesitó una alianza con el Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte.

El principio del fin. Como el período legislativo sólo puede interrumpirse cuando un PM pierde un voto de confianza, la renuncia de May no precipitó elecciones generales, sino que fue simplemente reemplazada por alguien escogido por el partido. Después de varias rondas eliminatorias, los 312 parlamentarios conservadores presentaron dos finalistas para que los miembros registrados del partido escogieran por correo. Las preferencias se decantaron por Boris Johnson, gran instigador de la retórica antieuropea y primer promotor del brexit, reputado patrañero como periodista del Times, donde había despedido por falsificación.

La escogencia de Johnson era de esperarse. Mientras May había sido electa por más de 13 millones de votantes, Johnson fue escogido por apenas 125 mil afiliados al partido tory, sólo el 0,2% de la población. Las características sociodemográficas de ese segmento son apabullantes. El 56%, en edad de retiro y sólo el 28% tiene menos de 46 años. Su mayoría son hombres de alto ingreso, con mentalidad anclada todavía en la nostalgia del imperio. Johnson era su hombre y llegó a poner una chispa de majadería sobre una pradera seca de sensatez.

¿Y la oposición? ¿Cuál oposición: al brexit, al partido conservador o a una salida sin acuerdo? La oposición al brexit podría tener mayoría. Eso no se sabe. Pero la oposición a una salida sin acuerdo es masiva. La misma combinación de contradicciones que llevó al referendo obliga ahora a la clase política británica a desafiar su revelada impotencia y tomar un rumbo.

Johnson manda a receso al Parlamento. No quiere que el Legislativo encuentre forma de detenerlo. ¿Qué va a pasar? El martes se explorarán opciones para frenar a Johnson. Si eso falla, queda pedir un voto de desconfianza contra Boris.

El tiempo se agota. Si hubiera voto de censura y tuviera éxito, habría solo 14 días para formar gobierno. Eso tiene que ser esta semana, apenas a tiempo para pedir otra prórroga, llamar a elecciones y, tal vez, un nuevo referendo. Pero el RU se debate entre visión de nación y tribalismo partidario.

Costa Rica sabe lo que es estar entre la olla y el sartén. En febrero de 2018, preclaros políticos criollos no pudieron superar viejas inquinas y apoyar sin equívocos la elección de Carlos Alvarado.

Yo llamé, entonces, por un voto defensivo, no de predilección. Más de un prócer me dio silencio por respuesta. Rodolfo Piza dio paso al frente y su gesto ganó el día. Nobleza obliga reconocerlo. Pero en la cuna de la democracia todavía se mojan los pañales. Por las calles de Londres, miles de miles llevan velas, como Diógenes, buscando un hombre, un Rodolfo Piza británico que detenga el golpe de Johnson.

 

 La autora es coordinadora del OCEX y catedrática de la UNED.

 

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POR VELIA GOVAERE - 27 de Octubre 2019

https://www.nacion.com/opinion/columnistas/pagina-quince-nunca-tanto-para-tan-poco/W7VUVQ3A3NCF7NEDJTFJBIOEQI/story/

 

A los historiadores les cuesta encontrar un disparate más grande que el ‘brexit’ en toda la historia británica.

 

John Le Carré piensa que el brexit es “la mayor idiotez y la mayor catástrofe que ha perpetrado el Reino Unido desde la invasión de Suez” (El País, 21/10/19). Historiadores como Ian Kershaw llegan más lejos y les cuesta encontrar un disparate mayor en toda la historia inglesa, que con altibajos fue construyendo un armonioso estado plurinacional. El brexit es un primer paso hacia su desintegración. Por eso, difícilmente existe una decisión menos afortunada.

¿Cómo encontrar sentido a ese culebrón interminable? ¿Qué remota cábala racional se esconde detrás de la obsesión de algunos políticos británicos de romper con la Unión Europea? Lo más cercano a una lógica, si la tuviera, sería remplazar esos lazos comerciales con un vínculo especial con Estados Unidos. Fantasía perversa que America First desmiente.

Si se hace un recuento de tropezones, el primero fue poner a consulta popular un tema de tanta complejidad y trascendencia histórica. Que la madre de las clases políticas democráticas cometiera ese desatino es inexplicable. Pero, una vez en ese trance, lo realmente imperdonable es no encontrar una salida respetable.

Resultado inesperado. Las cosas parecían sencillas, en 2016, con el referendo que inició la carrera hacia el abismo. El votante británico tenía que decantarse entre “quedarse o salir”, opciones de aparente sencillez, como lo fue en su momento el “Sí o el No al TLC” en Costa Rica. Hago esa remembranza porque aún me da repelo pensar en la catástrofe en la que estaríamos hoy si el “No” hubiera ganado. Detrás de simplismos semejantes suele esconderse la esencia del sentido de destino. Así ocurrió en el Reino Unido. Ya vamos por la tercera temporada de esa tragedia convertida en bufonada, con todo y titiritero, de despeinada melena rubia, ojos azules y alma bárbara, como diría Rubén Darío.

En el momento del referendo, el RU tenía 43 años de tener toda su vida económica, industrial y financiera completamente imbricada con la UE. Pero lo económico no agotaba la madeja de lazos jurídicos, sociales, laborales y migratorios que entretejían con Europa su vida social. La palabra “salir” no agotaba la complejidad de amarres que se tenían que romper. Muchos de ellos llegan tan profundamente al alma británica que al rasgarlos se rompe también la amalgama que convierte a Escocia, Gales, Irlanda del Norte e Inglaterra en un reino “unido”. Parece mentira que ese enjeux se haga patente hasta ahora.

El mejor acuerdo perdido. A Theresa May le tocó negociar la salida, procurando no salirse del todo. Mal que bien, lo logró. Llegó a un acuerdo que mantenía vínculos comerciales, mientras se negociaba una unión aduanera definitiva. En caso de no lograrlo, Irlanda se aseguraba de no tener fronteras en su isla. Fue el mejor acuerdo posible. Eso se ve ahora. Pero después de repetidos intentos, el Parlamento Británico no supo aprobarlo. Esa incapacidad de anticipar los efectos de la indecisión precipitó la renuncia de May con la consecuente designación de Boris Johnson como sucesor. Fue el peor efecto indeseado y el panorama se oscureció más.

Después de múltiples piruetas, Johnson logró un nuevo acuerdo con la UE. Obviamente peor que el anterior porque el backstop de May no ponía restricciones a las relaciones de Irlanda del Norte y el resto del RU. Si ahora no habrá frontera entre las dos Irlandas, sí la habrá en el Mar del Norte y, con ella, entrabamientos al comercio entre las islas. Queda Irlanda del Norte bajo estándares europeos. El riesgo de un futuro desmembramiento del RU crece. Le Carré calificó ese acuerdo como “una traición a Irlanda del Norte y un clavo más en el ataúd de la unión del Reino Unido”.

Ya arrecian vientos independentistas en Escocia que, puesta a escoger, puede preferir más ser europea que británica. Esos aires también soplan en Gales y una Irlanda del Norte que votó por quedarse se sentirá más en casa con la UE si sus estándares se ajustan a ella y sus mercaderías sufren inspección antes de llegar a costa inglesa.

Más tiempo, más agonia. El 19 de octubre, los diputados se negaron a aprobar el acuerdo de Johnson e impusieron discutir los detalles de su implementación. Eso obligó a Johnson a pedir una prórroga a la fecha límite de salida, el 31 de octubre. Contra las cuerdas, el 22 de octubre, el Parlamento hizo otra maroma alambicada. Aprobó a grandes rasgos el acuerdo, pero rechazó el calendario de discusión del Ejecutivo, de sólo tres días para 110 páginas, que hacía imposible el debido escrutinio de la ley británica más trascendental del último siglo. Sigue la discusión detallada del acuerdo para convertirse en ley. Eso tomará tiempo y la prórroga de la UE seguramente se lo dará, con espacio para enmiendas, incluyendo la posibilidad de ratificación popular.

La tragicomedia británica llega así a una nueva temporada. Johnson llama a nuevas elecciones para provocar un cambio en la relación de fuerzas en el Parlamento. No es tan simple. También para eso necesita mayoría calificada y sin asentimiento de la oposición, no la tendrá. ¿Qué pasará ahora?

Una posibilidad nada despreciable es que el acuerdo de Johnson sea aprobado. Eso abriría un período de negociación de un TLC, hasta el 31 de diciembre del 2020, plazo imposible para un tratado tan complejo. Piénsese que la UE duró siete años negociando con Canadá y con Centroamérica, cuatro. Si se vence ese período, hay dos opciones: una salida sin acuerdo o una nueva prórroga. Es decir, de nuevo el desastre o la angustia de la espera.

Esto parece no tener fin. Si hubiera elecciones todo dependerá de las nuevas relaciones de fuerza y esas nadie las puede pronosticar hasta ver las propuestas de campaña. A la postre, lo mejor que podría pasar sería un nuevo referendo y quedar como antes, pero el desgaste institucional, la fragmentación social, la desinversión, la inseguridad financiera y el desprestigio internacional, eso nadie lo quita.

Por donde quiera que se mire, el RU quedará peor. Todo, sin haber ganado nada. Nunca tanto, para tan poco.

 

 La autora es coordinadora del OCEX y catedrática de la UNED.

 

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